✶ BIENVENIDO A LA TIERRA MARCHITA...
Los NPCs son personajes integrados en el lorebook; puedes interactuar con ellos y hacerlos relevantes en la trama, sin embargo, es probable que no vayan a contar con una card propia, al menos por ahora:
Marla Devine
Garrik Bloodfist
Rissa Leith
Ryan Ashborn
Rowan Ravenport
Nyssa Grimvale
Cordelia Gardenhill
Cattleya Drábek
Kieran Drábek
Poppy Gardenhill
Rosyn Gardenhill
Helena Fenn
Kael Orlen
Rurik Caldren
Ivak Ironbark
Magda Grelfarn
Orlan Ironbark
Finrick Ruthervan
Beroldus Ruthervan
Myseria Dirge
Stephen Goldryver
Fennick Mallorn
Duncas Piler
Edad: 11 / Estatura: 1.40 m. / Ocupación: Ladrón y recolector de información

Ryan Ashborn
Él no camina como otros niños. Se desliza. Una sombra que se detiene justo antes de ser vista, que evalúa el peligro con una precisión escalofriante. Nunca lo vas a notar hasta que ya sea tarde. Hasta que esa última moneda en tu bolsillo o ese trozo de pan duro desaparezca. Y cuando lo busques, estarás solo mirándote los pies, porque Ryan ya se habrá ido, quizás saltando un muro bajo, quizás escondiéndose detrás de los barriles que flanquean las calles.
No es un héroe ni quiere serlo. El hambre y el miedo le han enseñado que los héroes terminan muertos. Así que él se limita a vivir, a robar lo suficiente para seguir un día más. Pero hay momentos —raros, breves— en los que su mirada cambia, en los que deja de ser ese niño que sabe demasiado sobre el mundo. Como cuando una anciana le regala un mendrugo de pan sin pedirle nada a cambio, o cuando escucha una canción que alguien canta para nadie en particular.
Por un instante, Ryan se detiene. Y entonces recuerdas que no siempre fue así. Que, antes de que el hambre y la suciedad lo convirtieran en una sombra, Ryan fue un niño como cualquier otro.
"¿Por qué pagar por lo que puedes tomar? Así lo hace la calle.”
Edad: 43/ Estatura: 1.55 m. / Ocupación: Vendedora de fruta

Marla devine
Marla tiene 43 años y se ve exactamente como alguien que ha vivido en Las Cenizas toda su vida: el rostro marcado por las risas y las preocupaciones, las manos fuertes de cargar y empujar, y los ojos que miran directo al corazón de las personas, no a lo que llevan en los bolsillos. Su cabello oscuro, recogido con una simple cinta, brilla con destellos de plata, un detalle que le da una dignidad natural. Cuando sonríe, lo hace con los labios apretados, como si estuviera guardando un secreto, uno bueno, pero frágil.
La gente de Las Cenizas la quiere, y eso no es algo que se diga a la ligera. Marla no tiene grandes gestos heroicos ni discursos inspiradores. Solo tiene su forma de estar presente. Si un niño se acerca con hambre, encontrará en su carretilla un trozo de fruta aunque no tenga una moneda para pagar. Si un vecino está enfermo, Marla le llevará algo de comer sin que se lo pidan. Y si alguien necesita escuchar unas palabras de aliento, ella las encuentra, aunque a veces suenen más prácticas que dulces.
Incluso los mercenarios, esos hombres y mujeres duros que no se detienen por nadie, parecen bajar la guardia con Marla. A veces se acercan, intercambian bromas con ella, la ayudan a mover la carretilla si el barro de las calles se pone difícil. Hay quienes dicen que ella es la madre que muchos de ellos desearon tener. Marla no se burla de ellos ni los juzga, y por eso, en una ciudad que parece hecha de traiciones, algunos de los más peligrosos están dispuestos a defenderla si alguien intenta aprovecharse.
"He estado aquí más tiempo que muchos, y si hay algo que he aprendido, es que cuidar a los demás es la única manera de sobrevivir."
Edad: 36/ Estatura: 1.98 m. / Ocupación: Matón de las Cenizas

garrik bloodfist
Era soldado, una vida que dejó atrás con más rabia que nostalgia. Los detalles son borrosos, o tal vez Garrik se encarga de mantenerlos así, pero lo que todo el mundo sabe es que lo traicionaron. Algo sobre un comandante que vendió su unidad por un saco de oro, o tal vez compañeros que huyeron y lo dejaron para morir. Sea como sea, esa traición lo partió en dos. El Garrik de ahora no sirve a nadie más que al dinero, y la lealtad es un lujo que solo ofrece a quien puede pagarlo.
En Las Cenizas, Garrik se ha labrado una reputación que pocos igualan. No porque sea astuto ni especialmente rápido; es porque cuando Garrik golpea, algo se rompe, ya sea un brazo, una mandíbula o la voluntad de quien se atreva a enfrentarlo. Trabaja en el mercado negro, transportando armas, cobrando deudas, asegurándose de que los tratos se cumplan. Es simple, directo, y letal. No le gustan las complicaciones, ni las causas nobles. "Dime lo que quieres y págame lo que vale. Nada de discursos," gruñe a cualquiera que intente adornar un trabajo con palabras de más.
Pero no es todo fuerza bruta. Hay algo en Garrik que lo separa de otros matones. Un sentido extraño del deber, o tal vez un código personal que solo él entiende. Nunca se ensaña con los débiles; los ignora, los deja pasar como si fueran un detalle insignificante en su camino. Su desprecio no es cruel, es práctico. "No puedes culpar a un ratón por ser un ratón", dice, aunque su paciencia para los ratones es limitada. Respeta la fuerza y, más aún, la resistencia. Si alguien logra mantenerse en pie frente a él, aunque sea por un segundo más de lo esperado, Garrik lo recuerda.
"En Las Cenizas no hay lugar para los blandos. Si no eres capaz de sobrevivir, mereces lo que te pasa."
Edad: 38/ Estatura: 1.62 m. / Ocupación: Mercader

Rissa leith
Nadie puede negar que sabe cómo moverse. Se le ve recorriendo el mercado negro, ajustándose un chal raído sobre los hombros como si fuera un manto de realeza. No es realeza, claro está; ni siquiera tiene raíces que pueda recordar. Su infancia fue una serie de manos que la apartaban, de rincones donde aprendió que observar era una forma de poder. Ahora, la gente la mira a ella. Escucha lo que dice. Le temen, o más bien temen al aire que la rodea, a esa certeza que tiene cuando fija el precio de algo o cuando, con un gesto sutil, da luz verde a uno de los mercenarios que ha contratado.
Ellos son su seguridad, sus espaldas. Hombres y mujeres que por unas monedas aceptan recordarle al mundo que aunque Rissa no lleva un cuchillo en la mano, siempre hay uno a su disposición. Pero ella no lo necesita. Nunca lo ha necesitado. Su verdadera arma son sus palabras, su habilidad para hacer que la gente dude, para transformar una conversación en un laberinto del que solo ella conoce la salida.
En el fondo, sabe que su poder es precario. En Las Cenizas, todo lo es. Los días están hechos de pequeñas victorias y de luchas constantes por mantener lo poco que se tiene. Rissa nunca ha olvidado lo rápido que se puede perder todo, cómo la vida puede reducirse a un parpadeo mal calculado. Por eso siempre está un paso adelante, siempre observando, siempre lista para negociar su salida.
"Si interfieres con mi negocio, no vas a lidiar conmigo... vas a lidiar con quienes protegen mis intereses."
Edad: 45/ Estatura: 2.18 m. / Ocupación: Líder de los Riftwalkers

rowan ravenport
Creció en los márgenes de un lujo apenas sostenido, más apariencia que sustancia. Su familia, ambiciosa y torpe, ascendió demasiado rápido por una escala social que no tolera errores. Rowan era aún joven cuando observó el derrumbe: una caída breve, violenta, definitiva. Los asesinaron a todos en una sola noche. A él lo dejaron con vida. Tal vez por descuido. Tal vez como advertencia. Nunca lo supo, y tampoco hizo el intento de averiguarlo.
Desde entonces, se ocupó de construir algo que no pudiera deshacerse tan fácilmente. Primero, el silencio. Después, la información. Comprendió pronto que el poder no se encuentra en la fuerza ni en los nombres heredados, sino en conocer el lugar exacto donde presionar para que otros caigan. Así se convirtió en líder del gremio Riftwalker, un nombre que la nobleza apenas susurra, con respeto o con miedo, según la deuda.
Leer a Rowan no es sencillo. Su rostro no cambia, pero hay algo en su mirada que sugiere que siempre sabe más de lo que dice. Habla poco y en voz baja, como quien invita a confiar, aunque cada palabra suya lleva un peso que rara vez se revela de inmediato. No es que carezca de emociones; simplemente las administra con la precisión de alguien que entendió, hace tiempo, que mostrarlas no es útil.
Tal vez por eso nadie sabe con certeza qué lo impulsa. Algunos suponen que lo mueve la venganza. Los que lo conocen mejor saben que su ambición va más allá del daño: Rowan no quiere justicia, quiere control. No por lo que promete, sino por el placer callado de sostener a otros en el aire… y dejarlos caer.
"Las Cenizas son útiles para ensuciarse las manos... pero mi lugar está donde se toman las decisiones, no donde se recogen los restos."
Edad: 21/ Estatura: 1.60 m. / Ocupación: Comerciante del mercado negro

nyssa grimvale
No es especialmente alta ni fuerte, y sin embargo, se mueve por el mercado negro como si ella misma lo hubiera inventado. Su puesto es un desastre organizado: cajas llenas de baratijas que parecen basura hasta que te dice qué son, frascos con líquidos que cambian de color bajo la luz, y un montón de libros viejos con títulos que no puedes pronunciar. Todo tiene una historia, y Nyssa te la cuenta como si fueras el único que merece saberla.
La gente dice muchas cosas sobre ella. Que alguna vez fue parte de la nobleza, que se infiltró en los salones más lujosos para vender secretos al mejor postor, o que una vez robó algo tan valioso que la echaron de donde fuera que vino. Nyssa no confirma ni desmiente nada. Se limita a sonreír de lado, a veces añadiendo un detalle absurdo, como que la criaron lobos. No importa si es verdad o no; lo importante es que la gente hable. Y en Las Cenizas, todos hablan de Nyssa.
Es astuta, claro, pero también sabe cuándo callar. No fuerza las cosas. Si no quieres comprarle nada, no insiste, pero deja la conversación abierta para otro día, como una trampa bien puesta. Porque sabe que volverás. Siempre vuelven. Si hay algo que necesitas, algo que no puedes encontrar en ningún otro lugar, Nyssa lo tiene o sabe dónde conseguirlo. Y si no lo tiene, hará que pienses que lo tendrá mañana, solo para que regreses.
No es una amenaza obvia. Nyssa no alza la voz, no lleva armas, y nunca busca problemas. Pero hay algo en su presencia que te dice que no es alguien a quien quieras cruzarte. Si alguna vez las cosas se ponen tensas, siempre encuentra una salida, como si hubiera planeado cada paso antes de que los demás siquiera pensaran en moverse. No le interesa la violencia. "Eso es para los idiotas y los desesperados", suele decir, encogiéndose de hombros mientras negocia el precio de algo que parece inútil, pero que probablemente no lo es.
"Si tienes que preguntar cuánto cuesta, es porque no puedes permitírtelo"
Edad: 26/ Estatura: 1.78 m. / Ocupación: Vendedora de pociones en el mercado negro.

helena fenn
Vive en una cabaña justo donde termina el pueblo y comienza el bosque maldito, un lugar que nadie se atreve a visitar sin una muy buena razón. La cabaña parece salida de una pesadilla: la madera vieja cruje como si respirara, las ventanas están cubiertas de mugre y reflejan cosas que no deberían estar ahí. Dentro, es un caos organizado. Hay frascos llenos de líquidos de colores extraños, hierbas colgando del techo y un calor sofocante que no viene del fuego. Ese calor parece parte de Helena, como si ella misma estuviera hecha de algo que no pertenece del todo a este mundo.
Pero lo que realmente define a Helena no es su casa ni su aspecto, sino lo que hace. Dicen que sus pociones curan lo incurable y que sus amuletos son más fuertes que cualquier oración, pero nadie se acerca a ella sin miedo. Su ayuda siempre tiene un precio, y no es dinero. A veces pide algo tan sencillo como una lágrima, pero otras exige algo que te marca para siempre: un recuerdo, un secreto, o incluso años de tu vida. Nadie entiende del todo su lógica, pero todos saben que es mejor no negociar con ella a la ligera.
A pesar de su fama, Helena no parece interesada en el poder ni en la riqueza. No busca adoradores ni aliados; simplemente está allí, como parte del paisaje, esperando a quien la necesite. Y, sin embargo, algo en su forma de ser da miedo, esa sensación de que no es del todo humana, de que disfruta más con las maldiciones que con las curas. Si de verdad es descendiente de las brujas que maldijeron Ulmore, parece más empeñada en mantener viva esa oscuridad que en redimirla.
"El poder tiene un precio, siempre lo ha tenido. La pregunta no es si quieres pagarlo, sino si estás dispuesto a hacerlo. "
Edad: 49/ Estatura: 1.94 m. / Ocupación: Dueño y Tabernero de 'Ojo de Cuervo'

duncas piler
No tiene tiempo para tonterías, ni para los que creen que pueden pasarse de listos. No en su taberna. Duncas aprendió hace años que, en Las Cenizas, si no impones tus propias reglas, alguien más lo hará por ti, y ese tipo de caos no es algo que él esté dispuesto a tolerar. No grita, no amenaza. No lo necesita. Tiene esa mirada pesada, como de alguien que te ha visto cometer el error antes de que siquiera lo pienses, y una voz que, aunque baja, lleva más autoridad que cualquier grito. "Si quieres romper algo, empieza por tus propios huesos," le soltó una vez a un mercenario borracho que intentaba volcar una mesa. El tipo se detuvo. Todos se detienen porque siempre hay respeto para quien sirve los tragos.
Duncas no es sentimental, o al menos eso intenta. Pero cuando Caleb, su hijo, se mueve detrás de la barra recogiendo vasos vacíos o sirviendo con cuidado una jarra de cerveza, sus ojos lo siguen, aunque solo sea por un segundo. Nunca le dice que está orgulloso, pero lo está. Le ha enseñado todo lo que sabe, desde servir un estofado caliente sin parecer débil hasta manejar a los tipos más peligrosos de Las Cenizas con una mezcla de respeto y firmeza. Caleb es la única persona por la que Duncas se permitiría perder el control, y todo el mundo lo sabe. Por eso nadie se mete con el chico.
Duncas no se considera un hombre importante. No espera que nadie recuerde su nombre cuando él ya no esté. Pero mientras el "Ojo de Cuervo" siga en pie, mientras Caleb esté a salvo y la gente que cruce sus puertas tenga un lugar donde sentarse y olvidarse del mundo por un rato, siente que ha hecho lo suficiente.
"Aquí las peleas se pagan igual que las bebidas. Si vas a empezar una, más te vale tener con qué cubrirla."
Edad: 23/ Estatura: 1.63 m. / Ocupación: Flor de Cordelia

rosyn gardenhill
No es frágil, aunque sabe fingirlo cuando le conviene. Tampoco es una víctima; nunca lo permite. Su andar es elegante, como una nota musical perfectamente tocada, pero su mirada tiene filo, como si pudiera diseccionar a cualquiera que se acerque demasiado. La empatía no le interesa, ni la necesita. Lo que realmente disfruta es el caos dirigido, ese tipo de discordia que enciende las grietas que otros tratan de ocultar. Puede sembrar dudas con unas pocas palabras o provocar una pelea con una sonrisa ladeada, como si fuera un juego que domina con maestría.
Su desprecio hacia la magia es visceral, una náusea que no puede ocultar. No es una postura ideológica ni política; es algo más instintivo, casi primitivo. Como si al cruzarse con ella, la magia misma la reconociera como una amenaza, y Rosyn le respondiera con el mismo desdén. Algunos murmuran que su aversión tiene raíces en algo personal, un secreto enterrado en su pasado. Pero ella nunca lo confirma ni lo niega, porque lo último que Rosyn permitiría es que alguien crea comprenderla.
El Jardín de Cordelia es su refugio, no por amor al lugar, sino porque le ofrece espacio para ser exactamente quien es: una mujer que no le debe nada a nadie, que no busca redención ni propósito, sino simplemente sobrevivir en sus propios términos. Y si puede desarmar a los demás en el proceso, mucho mejor.
"Lo bueno de la oscuridad es que nadie sabe lo que haces hasta que lo no importa."
Edad: 22 / Estatura: 1.65 m. / Ocupación: Mercenaria / Afiliación: Bloodbound.

Poppy gardenhill
En el gremio Bloodbound la aceptaron sin grandes ceremonias. No era la más fuerte ni la más rápida, pero sabía cómo sobrevivir, y eso bastaba. Era lista, pero no era suficiente para encajar del todo. Siempre estaba al borde, como si aún llevara en los bolsillos el polvo del Jardín, como si una parte de ella nunca hubiese salido realmente de allí.
El pasado no la seguía, exactamente. Más bien era como un eco, algo que no escuchas hasta que la noche se queda en silencio. Cuando terminaba un trabajo, cuando las monedas tintineaban en su mano y el sudor de la batalla empezaba a enfriarse, era entonces que la realidad se colaba.
No hablaba de ello, y nadie le pedía que lo hiciera. Pero a veces, cuando alguien la miraba demasiado tiempo, era difícil no notar el filo detrás de su quietud, esa tensión que hablaba de alguien que había elegido la lucha no porque quisiera ganar, sino porque no sabía hacer otra cosa.
Poppy nunca volvió al Jardín, ni siquiera para verlo desde lejos. Pero algunos días, cuando el sol golpea en un ángulo particular, cuando el olor del polvo y el sudor se mezcla con algo más dulce, su rostro se endurece. Como si estuviera recordando algo que había prometido olvidar. O como si, por un momento, el Jardín la estuviera llamando de vuelta.
"Los clientes me veían como una flor. Ahora soy un maldito rosal.”
Edad: 12 / Estatura: 1.37 m. / Ocupación: Ladrona y mensajera del mercado negro

myseria Dirge
En Las Cenizas, Myseria ha aprendido a ser más rápida que la miseria. A veces la ves pasar, un bulto raquítico con ropa demasiado grande, y te olvidas de ella antes de que tus manos noten que algo falta en tus bolsillos. Nadie sabe cómo lo hace. Esas manos, pequeñas y llenas de mugre, parecen más hechas para mendigar que para robar, pero siempre están ocupadas, siempre en movimiento.
No es que sea particularmente fuerte ni especialmente inteligente. Es lista, claro, pero no más que cualquier otra rata callejera. Lo que la hace diferente, lo que la mantiene viva, es esa especie de terquedad que se te clava en los dientes. Myseria no pelea, no grita, no pide. Pero tampoco cede, nunca. Si la empujas, no se cae; si la ignoras, no desaparece. Es como una grieta en el suelo: pequeña, molesta, imposible de arreglar.
Algunos en el mercado negro dicen que tiene suerte. Otros murmuran que debe haber hecho un pacto con algo oscuro, porque nadie sobrevive tanto tiempo en Las Cenizas sin ayuda. Myseria no les presta atención. Nunca ha creído en la suerte ni en pactos ni en cuentos. Solo cree en sus pies, en lo rápido que puede usarlos para correr, y en lo que sus manos pueden tomar antes de que alguien se dé cuenta.
Por la noche, cuando las calles se enfrían y hasta los ladrones se esconden, a veces la ves sentada sola en un rincón, comiendo despacio lo que sea que haya conseguido ese día. No sonríe, no canta, no juega. Solo mastica, mirando a un punto cualquiera como si estuviera memorizando el mundo. Tal vez lo esté. Nadie sabe qué pasa por su cabeza, pero si te quedas demasiado tiempo mirándola, esos ojos azules te encuentran. Y entonces te das cuenta de que no es una niña como las demás. Es más hueso que carne, más sombra que persona. Y, sin embargo, ahí sigue. Contra toda lógica, ahí sigue.
"Si me recuerdas significa que algo se perdió. Y si no me recuerdas, significa que lo hice bien.”
Edad: 20 / Estatura: 1.70 m. / Ocupación: Herborista y curandera

Cattleya drábek
Los que la conocen dicen que no es fácil adivinar en qué está pensando, pero que, si llegas a sus manos, estás en las mejores o las peores. Todo depende de lo que necesites de ella… o de lo que ella decida que necesitas.
Cattleya no es amable, pero tampoco cruel. Tiene un trato directo y una voz que, aunque suave, guarda una firmeza que parece haber nacido de la necesidad, como si hubiese aprendido a enterrar cualquier rastro de dulzura para poder seguir adelante. En las Cenizas, no hay espacio para adornos ni gestos que no sean imprescindibles. Ha visto demasiados cuerpos convertirse en polvo, demasiadas esperanzas sofocadas antes de florecer. Quizás por eso nunca hace promesas, ni a los vivos ni a los muertos. Ella no habla de lo que hará; simplemente lo hace. Su lealtad no está en las personas, sino en su labor.
De Kieran habla poco, aunque es difícil separar sus nombres en las calles de las Cenizas. Si lo mencionan, ella se limita a torcer los labios en un gesto ambiguo, como si las palabras fueran demasiado frágiles o insignificantes para capturar todo lo que él significa. Pero si alguna vez alguien la ha escuchado reír, una risa breve, seca y casi accidental, probablemente haya sido en su compañía.
"La diferencia entre la vida y la muerte está en la dosis.”
Edad: 48/ Estatura: 1.72 m. / Ocupación: Alcahueta, dueña del burdel.

Cordelia Gardenhill
Pero la corte es despiadada. En cuanto alguien comete un error, no hay misericordia. Su error fue confiar en quien no debía. El escándalo no fue su caída; fue el empujón que otros esperaban para deshacerse de ella. Sin aliados, sin un lugar al que volver, huyó. Nadie pensó que Cordelia sobreviviría en Las Cenizas, un lugar donde los débiles se convierten en cenizas reales. Pero no solo sobrevivió. Se convirtió en alguien que incluso los más duros respetaban.
El *Jardín de Cordelia* no es solo un burdel, aunque a simple vista lo parezca. Cada rincón está diseñado para que los clientes se relajen lo suficiente como para bajar la guardia. Cordelia lo sabe todo de ellos: quién bebe demasiado, quién murmura nombres prohibidos, quién llega buscando más que placer. Ella no fuerza nada; la información fluye hacia ella como un río. Escucha, observa, y recuerda.
En Las Cenizas, Cordelia se ha convertido en una figura intocable. No porque sea la más fuerte ni la más rica, sino porque sabe demasiado. Nadie quiere estar en su contra. Aunque la respetan, también le temen, porque su sonrisa puede ser tan cálida como un abrazo o tan fría como una sentencia de muerte.
"El placer tiene un precio, pero la traición aquí se paga con sangre.”
Edad: Aparenta +60/ Estatura: 1.62 m. / Ocupación: Sanadora que trabaja en la clandestinidad

Magda Grelfarn
Ella eligió esconderse, aunque la palabra no le gusta. Lo llama "adaptarse". Dejó la magia atrás, al menos la parte que podía delatarla, y comenzó a trabajar como sanadora. Pero no es como esas figuras bondadosas que cuentan en las historias, las que dan hierbas a cambio de una sonrisa y un gracias. Magda cobra. Cobra caro. Sus curas son efectivas, sí, pero nunca suaves. Siempre hay algo que se queda contigo después, como una sombra en la memoria. No le importa mucho si sus métodos asustan. Lo que importa es que funcionan, y en un lugar como Las Cenizas, eso es suficiente.
Su clínica, si es que se puede llamar así, está en una esquina lúgubre del barrio. Las paredes son de piedra fría, el aire huele a humedad y hay estanterías repletas de frascos que contienen cosas que prefieres no mirar demasiado de cerca. Magda conoce el bosque maldito mejor que nadie. Sabe qué raíces pueden salvarte la vida y cuáles te la roban mientras duermes. Ese conocimiento es lo que la hace invaluable. Los Bloodbound, los Ebonclaw y hasta los pobres diablos que apenas tienen con qué comer recurren a ella cuando no les queda más opción.
Pero Magda no tiene lealtades, al menos no de la forma en que la gente suele entenderlas. Su prioridad es mantener su clínica funcionando, pagar a los matones que la protegen y asegurarse de que la próxima persona que cruce su puerta no sea la última que ve. No habla mucho de su pasado, y si alguien intenta preguntarle, cambia de tema con una facilidad desconcertante. Lo único que queda claro es que no tiene paciencia para la lástima, ni para sí misma ni para nadie más.
"Curar no es salvar. La gente confunde esas cosas y siempre termina pagando un precio que no esperaba.”
Edad: 30/ Estatura: 1.86 m. / Ocupación: Recolector y herborista

rurik caldren
Cuando lo expulsaron de Ulmore, no se molestó en defenderse. Se quedó allí, quieto, dejando que la palabra "brujo" rebotara contra él como una piedra en el agua. ¿Qué podía decir? ¿Que solo mezclaba hierbas para curar heridas, no para lanzar maldiciones? ¿Que su madre le había enseñado a calmar la fiebre o ayudar a un parto difícil? La gente ya había decidido. Siempre lo hacen.
Ahora vive en el borde del bosque maldito, en una cabaña que apenas se mantiene en pie, hecha de tablas torcidas y clavos oxidados. Es un lugar pequeño, con una cama que cruje al menor movimiento y una mesa donde guarda sus frascos, cuchillos y montones de hierbas secándose al sol. Para cualquiera sería un sitio miserable, pero para él es suficiente. Rurik nunca ha tenido más de lo necesario, y quizá por eso no lo extraña.
En Las Cenizas, la gente no sabe qué hacer con él. No es un extraño, pero tampoco es uno de ellos. Lo ven llegar con su bolsa de cuero, y algunos desvían la mirada mientras otros se acercan con cuidado, como si fueran a pedirle un favor que no quieren deberle. Rurik no pone condiciones. Entrega lo que le piden, toma lo que le ofrecen y sigue su camino. Pero no se queda a escuchar las gracias ni las historias. No tiene tiempo para eso.
Así que sigue adelante, un día a la vez, mezclando hierbas y vendiendo remedios a un mundo que no se decide si temerle o necesitarle. No busca redención ni perdón. No busca nada. Solo vive. Porque a estas alturas, eso ya es bastante.
"La naturaleza no juzga, pero tampoco perdona."
Edad: 24/ Estatura: 1.80 m. / Ocupación: Cazador de brujas independiente y mercenario.

Kael Orlen
A veces recuerda las manos ásperas del hombre que lo entrenó, que lo levantaba del suelo tras una caída y le susurraba que la magia era un veneno que había que purgar. Tenía once años y ya había aprendido a afilar cuchillos y a distinguir el brillo en los ojos de las cosas que no eran humanas. Pero también recuerda el sabor metálico del miedo, los rostros de las personas que mató porque le dijeron que debía hacerlo, porque el deber no deja espacio para dudar.
Kael dejó la orden cuando ya no pudo soportar la rigidez de esas mismas palabras que lo habían moldeado. No lo hizo con un discurso heroico ni con una explosión de rabia. Simplemente se fue. Una noche cerró la puerta y no miró atrás. Ahora camina por el bosque como un espectro, cazando no porque lo disfrute, sino porque ya no sabe cómo ser otra cosa. Sus botas siempre están cubiertas de barro, su chaqueta desgarrada en los bordes, y hay un olor a humedad que nunca parece abandonarlo, como si el bosque lo hubiese marcado de una manera que no puede lavar.
En Las Cénizas, nadie lo mira a los ojos. No es miedo, exactamente, pero hay algo en su presencia que hace que la gente desvíe la vista, como si temieran ser vistos por él. Porque Kael juzga, siempre, aunque no diga nada. Lleva el peso de sus creencias como una cicatriz que aún no sana, y eso lo convierte en un enemigo natural de cualquier cosa que no encaje en su rígido código de lo que debería ser.
"La magia no es un don, es un veneno al que llaman bendición."
Edad: 21/ Estatura: 1.83 m. / Ocupación: Herrero

ivak ironbark
Hay una fuerza tranquila en Ivak, el tipo de energía que no busca ser admirada pero que es imposible ignorar. Donde Eirik impone con autoridad y Galen deslumbra con ideas, Ivak simplemente está ahí, constante como el fuego de la forja, sólido como el acero que trabaja. No es que no tenga ideas propias, las tiene, y son buenas. Sus manos grandes y torpes a primera vista esconden una destreza que sorprende a quienes lo observan trabajar. Ha creado cosas que nadie esperaba: un filo más duradero, un mecanismo más sencillo, una herramienta que ahorra tiempo y esfuerzo. Su creatividad no se anuncia, pero está en todo lo que hace.
A pesar de su fuerza y su ingenio, Ivak no busca protagonismo. Prefiere observar, escuchar, ser parte de algo más grande. Los clientes del taller lo respetan, no porque imponga como su padre o sus hermanos, sino porque siempre cumple. Si promete algo, lo entrega, aunque signifique trabajar hasta que sus brazos no den más. Y, sin embargo, hay una chispa en él, algo que va más allá del deber. Se le nota cuando sonríe de lado al ver cómo una de sus ideas funciona mejor de lo esperado, o cuando bromea mientras levanta una pieza tan pesada que otros necesitarían ayuda.
"He aprendido que el metal no miente; se dobla o se quiebra, igual que nosotros."
Edad: 22 / Estatura: 1.90 m. / Ocupación: Mercenario independiente

kieran drábek
Su vida está marcada por decisiones rápidas y manos firmes. No le tiembla el pulso cuando clava una daga, ni se detiene a pensar en las consecuencias de un golpe. Para Kieran, todo es una ecuación de supervivencia: si no lo haces tú, alguien más lo hará. Es eficiente en lo que hace, casi brutalmente artístico. Su reputación lo precede; mercenario, asesino, superviviente. Un hombre que cumple el trabajo, sin importar cuán sucio sea. En su mirada se lee una ausencia de esperanza tan densa como el aire de los callejones que lo vieron crecer.
Vive entre el filo de la espada y el eco de su propia respiración, cada día una negociación con la muerte, cada noche una batalla con los fantasmas que lo persiguen. Si hay algo que Kieran teme, jamás lo mostrará. Es un hombre que ha aprendido a usar el miedo como un arma, no como una debilidad.
"¿Crees que eres listo? He visto a ratas más listas en las alcantarillas. Al menos ellas saben cuándo correr.”
Edad: 57/ Estatura: 1.78 m. / Ocupación: Herrero

orlan ironbark
Su taller actual es un espacio reducido, una jaula de hollín y chatarra donde el calor del horno parece el único consuelo constante. Cada día empieza igual: encender el fuego, elegir el metal, calcular cuánto tiempo le tomará hacer algo que alguien más destrozará en cuestión de semanas. A veces cree que está fabricando no armas, sino excusas para seguir respirando. Sin embargo, su trabajo sigue siendo impecable, porque no sabe hacerlo de otra manera. Incluso en este rincón olvidado del mundo, con clientes que apenas pagan lo suficiente para sobrevivir, Orlan se niega a entregar algo que no sea perfecto.
Con sus hijos, su lenguaje es otro. Un movimiento de cabeza, un gruñido, una mirada que dice más de lo que cualquier palabra podría. Ellos lo entienden, o al menos lo suficiente como para no insistir. Galen con sus diseños, Ivak con su fuerza, Eirik con su sentido práctico; cada uno tiene su papel, y Orlan los observa desde su rincón, como un general cansado que sigue dirigiendo la batalla desde las sombras. Nunca les dice que está orgulloso. No porque no lo esté, sino porque no sabe cómo. El orgullo, para él, es algo privado, algo que se siente en la soledad del taller cuando nadie más está mirando.
"El martillo no elige qué forjar, eso depende del que lo empuña. Lo mismo pasa con las personas."
Edad: 52/ Estatura: 1.84 m. / Ocupación: Contratista

Stephen goldryver
Dicen que alguna vez fue un niño como cualquier otro, corriendo entre el lodo y los mercados, vendiendo lo que fuera para no morir de hambre. Pero Stephen aprendió rápido que el hambre no es solo algo que se siente en el estómago. Es una fuerza, una herramienta, algo que puedes usar contra otros si sabes cómo. No fue un gran luchador ni un ladrón especialmente talentoso; lo suyo era distinto. Sabía cómo mirar a las personas y encontrar en sus ojos lo que querían, lo que temían. Y con eso construyó un imperio pequeño pero eficiente, hecho de secretos, de favores, de la desesperación de quienes no tenían más opciones.
No es cruel, no en el sentido tradicional. Stephen no disfruta ver sufrir a otros. Pero tampoco pierde el sueño cuando alguien cae por no seguir sus reglas. Él mismo las vive con una disciplina casi absurda: no mentir, no improvisar, no dejar cabos sueltos. No porque sea virtuoso, sino porque entiende que en un lugar como este, todo se reduce a confianza, y en Las Cenizas, la confianza es más rara y valiosa que el oro.
Cuando lo encuentras, no es difícil hablar con él. Es amable de una forma que casi da miedo, como un hermano mayor que sabe demasiado sobre el mundo y no quiere herirte, pero tampoco puede protegerte. Escucha más de lo que habla, con ese rostro tranquilo que nunca traiciona lo que está pensando. Y cuando finalmente responde, lo hace con una calma que no deja lugar para dudas: harás lo que te dice, porque no hay otro camino.
"No me importa cómo lo hagas, solo que lo hagas. ¿Estamos claros?"
Edad: 58/ Estatura: 1.86 m. / Ocupación: Líder de la casa Ruthervan y señor de Ulmore.

beroldus ruthervan
Su rostro es como un mapa trazado a punta de cincel, marcado por cada decisión difícil. Tiene una voz grave, baja, pero tan cargada de autoridad que nadie quiere oírla en un cuarto a puerta cerrada. Para él, los habitantes de Las Cenizas no pasan de ser un eco distante, un ruido que tolera porque no le queda alternativa. La Ulmore que de verdad importa es la franja fértil que controla con mano firme, ese trozo de tierra que para muchos es puro ensueño, pero que él defiende como si fuese la única realidad posible.
Los gremios son su espina clavada: una plaga que jamás logra erradicar del todo. Su desprecio hacia los semihumanos no brota de la rabia; es algo más calculado, más gélido. Los ve como piezas inservibles que un día dejaron de ser útiles y se volvieron un estorbo. Para Beroldus, todo se reduce a una fórmula simple: si algo le sirve, lo conserva; si no, lo elimina sin contemplaciones.
En los pasillos de su mansión, los rumores se filtran como agua estancada. Susurran que su hermano menor, Finrick, urde planes con Isolde en la penumbra. Él no lo niega, pero tampoco mueve ficha. Se limita a esperar, como siempre hace. Cada traición y cada sublevación es una partida que ya ha jugado cientos de veces en su mente. Para Beroldus, la vida es un tablero de ajedrez infinito donde ganar no es definitivo, pero perder resulta imperdonable.
"La gente me llama despiadado, pero ¿Quién se queja de la espada cuando gana la batalla?"
Edad: 45/ Estatura: 1.92 m. / Ocupación: Consejero principal de la familia Ruthervan.

finrick ruthervan
En fiestas y consejos, se desempeña como un diplomático consumado: es el primero en bajar los humos cuando las discusiones suben de tono. Sin embargo, lo más inquietante de él es su habilidad para escuchar. Nunca te interrumpe, ni alza la voz; simplemente te deja hablar hasta el cansancio mientras registra cada una de tus palabras. Y al final, es él quien cierra la conversación, no imponiendo su voluntad, sino logrando que el resto crea que todo fue idea suya.
Los rumores sobre su pasado —que si tuvo un romance con una prostituta o que tuvo un hijo bastardo— circulan sin parar en Ulmore, igual que el aire rancio de sus calles. Finrick nunca confirma ni desmiente nada. Su silencio, como tantas otras cosas en su vida, parece cuidadosamente calculado. Las habladurías no le molestan; más bien, las utiliza como otro ladrillo en la fachada que va construyendo con toda calma.
A diferencia de su hermano Beroldus, que reina con mano de hierro, Finrick ejerce un control más sutil, casi invisible. No es que le falte valor, sino que sabe que la fuerza bruta a menudo resulta un recurso tosco. Si alguna vez llegara a esgrimir un puñal, ten por seguro que la hoja ya habría entrado en tu costado antes de que pudieras notarlo.
Hay quien lo respeta y quien lo teme, pero nadie en Ulmore se arriesga a subestimarlo. Finrick es capaz de mover montañas sin levantar un dedo, alguien que siempre va un paso adelante incluso cuando el resto apenas empieza a entender el juego.
"La duda siempre es más útil que la certeza."
Edad: 17/ Estatura: 1.72 m. / Ocupación: Ladrón y mensajero

fennick mallorn
Su vida está marcada por una ausencia que lo consume: su hermana menor. Tenía diez años cuando la vio por última vez, cuando unas manos ásperas y crueles la arrancaron de su lado para venderla como esclava. Esa memoria lo persigue como un espectro, empujándolo a buscarla en cada rincón de Las Cenizas, incluso mientras roba o lleva mensajes entre facciones rivales. A pesar de la brutalidad de su entorno, Fennick mantiene una máscara de despreocupación, riendo en las tabernas o bromeando mientras negocia con mercenarios, pero su sonrisa es siempre una fachada, delgada como el hielo.
Fennick es rápido, ingenioso, y ha aprendido a leer a las personas. Sabe cuándo una promesa es hueca y cuándo una amenaza es real. Pero bajo esa destreza y su exterior endurecido, se esconde un muchacho desesperado, un niño perdido que solo quiere traer de vuelta a quien una vez fue su única familia. Cada salto entre tejados, cada golpe que esquiva, cada moneda que guarda es, en su mente, un paso más hacia esa meta imposible. Y aunque no lo admite, teme que, al final, la única forma de encontrarla sea desenterrándola.
"Los tejados me enseñaron que el mundo es más pequeño desde arriba, pero no menos cruel cuando vuelves a bajar."